A una dama de la reina doÑa isabel

Dama que mi muerte guía,
ved las coplas d’esta muestra,
escritas sin alegría,
pensadas con ansia mía,
trobadas por causa vuestra;
y no se os haga graveza
hazer bien al bien perdido;
tenedlas, por gentileza,
en pago de mi firmeza
y en señal de vuestro olvido.

Y no se os haga pesada
merced de tal beneficio,
pues librará su embaxada
a vos de ser enojada
y a mí de vuestro servicio,
porqu’ellas van apartando
a mí de vos y de mí,
creyendo triste pensando
que podré cobrar dexando
lo que teniendo perdí.

Porque por desesperarme,
siendo yo vuestro cativo,
quisieron siempre aquexarme
vuestra gana de matarme
y mi poca de ser bivo.
Y sufro este trago fuerte
donde hay dolores tan fuertes,
por ver si podrá mi suerte
despedir con una muerte
la muerte de tantas muertes.

Y pues que ya mis porfías
d’enojo serán siniestras,
ved ante fin de mis días
en las tristes quexas mías
las tan malas obras vuestras.
Ved su fuerça que va llena
de razón do no hay desculpa,
y visto como’s condena,
no podréis negar la pena
que meresce vuestra culpa.

¡O con qué ley os serví
y os tuve siempre por dios!
¡O cuántas vezes me vi
tan enemigo de mí,
cuán aborrido de vos!
¡Cuántos y con cuánta fe
servicios grandes os hize!
¡En cuántas cosas hablé!
En todas os enojé,
y en ninguna os satisfize.

Con dañada voluntad,
con vanos prometimientos,
me mostrastes claridad,
mas siempre vuestra verdad
se rigió por movimientos;
por donde os puedo llamar,
sin que yerro pueda haver,
mañosa para engañar,
discreta para dañar,
hermosa para ofender.

Con fe de quien desconfío
nunca os pude ser siniestro,
y con este desvarío
no quise ser nada mío
por sello del todo vuestro.
Y viendo mi padescer,
el cual de mudança mude,
cuando me quise valer
ni quiso vuestro querer,
ni pudo lo que yo pude.

Heristes al coraçón
con pena muy desigual,
y con dañada intinción
distes muerte al galardón
por dar salud a mi mal.
Cuanto mudó mi servicio
afloxó vuestro desgrado,
y en verme sin beneficio
hize de mí sacrificio
en las llamas del cuidado.

De mi bien os vi pesar,
de mi mal os vi reír,
de causa que mi penar
no lo supe querellar
como lo supe sentir.
Porqu’es ley qu’ha de durar,
y qu’Amor hizo escrevir
qu’en las ansias del quexar
más mal queda en el callar
que publica el descobrir.

Mi vista me dio passión,
vuestras obras amargura,
y con pinzel de razón
yo debuxé ell afición,
vos pintastes la tristura.
El plazer me fue siniestro,
pesar es por quien me guío;
y con fe mayor que muestro
cuando yo me vi más vuestro
vi el descanso menos mío.

Del galardón que me dexa
a vos toca la desculpa,
mas del mal que mal m’aquexa,
aunque do de vos la quexa
a mi dicha do la culpa.
Pues si mi grave dolor
me causó desaventura,
¿quién creyera tal error:
que havié de causar Amor
lo que perdió la Ventura?

Cabo
Mas pues la Ventura y vos
contra mí sus bienes tuercen,
no es mucho hecho, pardiós,
que las tales fuerças dos
a mi flaca fuerça fuercen.
Mas pues el bien es perdido
y el remedio está cubierto,
más vale de tal rüido
salir temprano herido,
que tarde y del todo muerto.


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Poema A una dama de la reina doÑa isabel - Diego Fernández de San Pedro