Más templada del sol, la más opima
lisonja de los astros, Siria ofrece
a Palestina grande imperio verde.
Un abril inmortal honra su clima;
el tiempo sólo, no la vida, pierde
el prado que en verdor jamás fallece.
Sin términos florece
la primavera allí, y en mil colores,
varia siempre y constante,
el suelo anega en tempestad de flores.
Arabia está delante,
sólo en sitio, pues no se determina
si es la feliz Arabia o Palestina.
Hacia la parte donde nace el día
la ciñe Éufrates, y hacia el occidente
la hidra de cristal, el Nilo alado,
de los Triones a la parte fría
mira a Cilicia yerma y eminente.
Y a Arabia fértil al opuesto lado,
de origen duplicado,
nace bicorne allí el Jordán divino,
fertilizando ondoso
los páramos de Asiria su camino,
hasta que a proceloso
lago o piélago infame se refiere.
Lucha con él, pero luchando muere.
Yermo al hombre, república a la fiera,
es la campaña del Jordán felice,
bien que de árboles graves populosa.
La palma, sol del prado, allí venera
consorte firme, porque inmortalice
ambos sexos. Opima y victoriosa
la espalda allí frondosa,
levanta Alcides verde cipariso,
y, frustrado su intento,
se retrata en las ondas cual Narciso.
Cítara ofrece al viento
el abeto, el más firme y oportuno
árbol, que sufre injurias de Neptuno.
La de Cinaras hija fugitiva
(fragrante ya) y el cedro incorruptible
aromática pompa son del suelo.
Allí mejor pudiera el ave activa,
el Fénix inmortal, verse invencible,
si cobra en los aromas vida y vuelo.
Ser arrimo del cielo
excelso monte el Líbano blasona;
los mobles amenaza;
de pardos ceños la cerviz corona.
No la industriosa caza
al animal errante atemoriza,
que libre de la industria se eterniza.
Aquí el sacro orador, divino Orfeo,
a las atentas selvas exclamaba,
siendo sola una voz de un Verbo todo
copia de oyentes. Escuadrón sabeo
le ofrecía, aplaudiéndole de un modo
ni sordo el monte, ni la fiera brava.
Sus labios inundaba
elocuencia nativa, no enseñada
a su voz. ¿Cuántas veces
se hurtaron a su esfera regalada
por lo herboso los peces,
y de vivir las aves divertidas
se hallaron en las aguas detenidas?
Sensible pareció lo vegetable,
racional se mentía lo sensible,
y en la atención inmóbil un afecto
mezclaba el bosque, como lamentable
de ver su admiración imperceptible.
Mas, a pesar del número imperfecto,
al destinado efecto
incesable de Juan la voz se oía.
Con modestia desnudo,
cuando el sol se negaba y cuando ardía,
haciendo al tiempo escudo,
de una salvaje piel poco vestido,
más de la fe que de la piel ceñido.