Yo escribo como un árbol que puja su retoño,
Como el herrero templa su acero en el taller,
Y entrego en cada verso fragmentos de mi otoño,
Flores que perfumaron las calles de mi ayer.
Y será mi legado para generaciones
Que aún duermen en la noche de un cierto porvenir
Estas simples palabras que – como corazones
Ebrios de tinta – nunca cesarán de latir.
Es pues, inevitable, mi hondo compromiso:
En esta abigarrada colmena de papel
Con la pluma y el verso, forjo este paraíso
-muchas veces de acíbar, pocas veces de miel-.
Os cedo las cenizas de una pálida vida
Que vio a Dios a retazos desde su tragaluz.
Dejo el buen testimonio de mi profunda herida
Convertida en vivero de semillas de luz.
Os escribo estas líneas, hermanos del futuro
Para poder tenderos mi mano sin cesar.
¡Os prometo una letra pintada sobre el muro
Que pueda revelaros dónde queda la mar…!
Mientras tanto prosigo. Cuando llegue el momento
De cerrar el cuaderno sobre el frío mantel,
Cesará mi legado. Lo sabréis por el viento
Que os dirá: “Jorge Antonio se fue por sotavento
Capitaneando solo su barco de papel”