Ya, ya, y fiera

Ya, ya, y fiera y ‘ermosa,
Madre de los amores, quebrantado
Desamparé tu enseña. ¿Y tú, embidiosa,
A mí? ¿tú a mí, malsano y desarmado?
¿Qué te podré yo ser? Al vulgo vano
Risa, y silvo afrentoso;
Al sabio ¡oh, quánto espanto!, y al piadoso;
¡quál fábula al profano!

Deel venusto semblante
La ya florida tez huyó marchita,
Y el pelo, que en la frente alçó arrogante
Cresta, desnudo otoño lo exercita.
Ni contender con el ribal podría,
Ni esperar, vanamente
Crédulo, amor reçíproco en la ardiente
Llama sabrosa mía.

Puedo apena sufrirme,
Inútil carga, ¿y burlas, oh ‘ermosa?
¿o provócasme seria? ¿y conduçirme
A tu milicia esperas peligrosa?
Su Cypro, ay, Venus a desamparado,
Y en fuego convertida
Y en belleza (ya tal se mostró en Ida),
Toda en mí se a langado.

Árdenme aquellos ojos
Negros de la Amarili, que, serenos,
Roban el sol; aquellos sus enojos
Árdenme, de sal – más que d’ira – llenos;
Su dulçemente açerba rebeldía,
Y de su negro pelo
El oro, el fuego. ¿Arabia y Mongibelo
Tal fuego, oro tal cría?

¿Quién trocará, prudente,
Por cuanto el Inga atesoró, el cabello
De Amarili? ¿y por todo el rico Oriente?:
Quando ella tuerçe -¡oh, cómo hermosa!- el cuello
A mis ardientes besos, y, rogada,
Con saña fácil niega
Lo que ella, más que el mismo que le ruega,
Dar quisiera, robada.


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Poema Ya, ya, y fiera - Francisco de Medrano