Verde y eterna yedra

Verde y eterna yedra,
Viuda y deslazada
De las ramas del olmo, honor del prado,
A la desierta piedra
Del yerto monte dada,
Tu bellíssimo tronco en flor cortado,
Si del dichoso estado,
En que vn tiempo viuiste
Conserua la memoria
Algún rastro de gloria
En la dureza déste crudo y triste,
Lloremos juntamente
Tu bien passado y tu dolor presente.

Lloremos, desdichada,
Lágrimas piadosas,
Pues que le place por tu mal al cielo.
Tú, por la tierra echada,
Como las escabrosas
Yeruas, que sin honor produze el suelo,
Muestras tu desconsuelo
No leuantando arriba
La corona gloriosa,
Con quien la cumbre hermosa,
Vencida y humillada, viuió altiua,
La cumbre de tu planta,
De Venus y de amor ofrenda santa.

Agora, derribada,
Con tus hojas enlazas
La seca tierra que tu bien encierra.
Agora, desdichada,
La yerta tierra abrazas
Oluidando tu cielo por tu tierra;
Y de tu amarga guerra,
Lleuando la vitoria,
Coronas y enguirnaldas
De oscuras esmeraldas
El ara donde amor quemó tu gloria,
Ya de Damón cubierta
De leche, y vino, y lla[n]to, y cierua muerta.

¡O!, permitan los cielos
Que el siempre color viuo
Que en tus hermosas hojas resplandece
Austro con fríos yelos,
Euro con fuego estiuo
Yele, ni queme el lustre que en él crece;
Y el llanto que florece
Tus lazos intricados,
Y tus marchitas hojas,
Ya de abrasadas rojas,
Vn tiempo indignación de tus cuydados,
Humilde ofrenda sea
De quien tu nombre idolatrar desea.

Cayó tu gloria, y ella
Leuantó el fundamento
Que te tiene rendida y derribada;
Y la corona bella
Premio de su tormento
A la tierra desierta fué entregada.
Lloraste, desdichada;
No te valieron llantos,
Que los injustos cielos
Ni aliuian desconsuelos,
Ni remedian tormentos y quebrantos;
Tú, viuda entristezida,
Dióte el cielo dolor y dióte vida.

Tú, cuya verde cara
Auía florecido
Sobre quanta beldad adorna el prado.
Cuya belleza rara
Auía siempre sido
Ornamento del Tajo celebrado;
Mustio color violado,
Amarillez cayda
Ocupa tu belleza,
Del dolor y terneza
De tu doliente y lastimada vida;
Que el hado que te sigue
Más que con vna muerte te persigue.

Pero bien puede el cielo
Acrecentar tu daño
Sobre quanto se alarga su potencia,
Y que tu desconsuelo se haga tan estraño,
Que de su sinrazón tenga clemencia.
Tu gloriosa presencia,
Que ha ceñido las sienes
De los tristes amantes
Que han passado constantes
Por la dureza cruel de tus vaybenes,
Siempre será la palma
Del que rindiere lamentando el alma.
De Filomena o tórtola doliente,
Canción, buscad la harpada
Lengua, y allí llorad mi vida ansiada.


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Poema Verde y eterna yedra - Francisco de la Torre