VUESTRA mirada es dulce como la edad del mosto,
Pero tenéis el seco aliento de la tierra,
La voz más solitaria que el eco de los muertos.
Ella ha venido
Para haceros salir de vuestras vidas
Con la hierba que absorbe el sueño de los grillos.
Ella ha venido.
Sus manos son recuerdo de todo lo que tocan
Y en su carácter viajan las gramíneas del sueño.
¡Ay de vosotros,
Ay de vosotros!
Conocemos los libros de la vida,
Los eternos volúmenes del tiempo, la juventud
Del agua, la mocedad del frío;
Somos ya veteranos como el poso del dulce rencor
De los fracasos,
Indiferentes como los faros,
Rutinarios como el asomo puntual de las estrellas.
Pero aquí está el final de los eclipses,
El verano más íntimo, la marea más dócil.
Os doy el movimiento de los siglos pasados
Y el olor de las casas que se quedaron solas.
Os ofrezco la desnudez del grito,
La curtida protesta de nuestros labradores,
La amarga ley de los pomelos.
Hablaremos con manos ágiles,
Con pies como raíces,
Con templos si es preciso,
Y quedarán palabras
Subidas a las torres,
Manzanos encendidos sobre la primavera,
Caminos y montañas y estaciones de ida y promesas
De vuelta.
Vuestra sonrisa es fresca como las pomaradas
Entre la amanecida;
Buscaremos juntos la provincia ilegal
Donde habita el destino en los meses de invierno.
Seremos uno
Y necesariamente uno para evitar las guerras
O las sangrientas cifras que originan los pares.
Seremos uno
Como la dirección en llama de los girasoles,
Como la hidráulica pasión del oleaje,
Como el inesperado brotar de la naturaleza.
Una voz, un alma, una palabra,
Que es lo mismo que hablar de un hombre entero.