TrÓpico suelto

(Poema en cinco acentos)

1

A ratos,
machacas rumbas con tus zapatos,
y tu cadera,
que padece una vieja borrachera,
y tu aliento
que a veces quema hasta el fular del viento,
saben a la locura de tu barro mezclado
de mula tropical, de sol quemado.

Mulata que te hicieron de la noche y del día,
en el café con leche
bebo tu carne de fantasía.
Tabaco para hacerlo picadura
con el cuchillo de la dentadura:
tu talle
que le roba los ojos a la calle.

Sobre las marejadas de la hamaca
meces tu carcajada de maraca:
como si de repente fabricaras la aurora
en tu carne de cuero de tambora,
de tambora, que a veces, roncos ruidos arrancas
para las tempestades de tus ancas.

Alma de raspadura y piel de ají,
quema y endulza tu mordedura.

Voy a decir que te metiste en mí
como si fueras una calentura.

2

No.

Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
en pequeños ciclones de gargantas;
encerrada la tierra en amuletos;
el trueno detenido en los tambores.

Buscando el cielo oculto de su culto
sube Haití por los pies hasta su grito.
Aquí está el sueño, se me pone grande
un mapa que me ronca y que me asalta;
aquí esta Haití metido en unos dientes,
aquí está Haití que se derrite en ritos,
aquí está, retorcido, de repente,
con golpes de mar seco y de azabache
Haití tiembla en un vientre.

Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
sudoroso y espeso, aquí esta el sueño
desnudo y pegajoso y poco ausente,
sueño de objeto oscuro y caso rojo.

Aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.

3

El tambor, a ratos,
va poniendo furiosos tus zapatos.
Ya con su limpia agilidad de fiera
trepa el son y trabaja en tu cadera.

La terca tempestad de la tambora
sopla la ola de tu vientre ahora.
Y tu taco toca, y tu taco así,
riega por el aire tu caliente Haití.

Reventó la selva, desde tu cintura
hasta el paraíso de tu mordedura.

Tu canción de curvas canta más que tú:
sabe los secretos que te dio el vudú.
Negra que sin ropa, tienes lo de aquel
que siendo secreto se quedó en tu piel.

Tiro mis ojos en tus pezones
cuando tu vientre derrite sones.
Trópico que bailas – deja que te siga
el terremoto de tu barriga,
terremoto alegre que sudando ron
con su voz callada canta más que el son-.

Negra desatada – deja a tu cintura
que se derrita con su calentura -.
Que ya van saliendo del ronco bongó
abuelos remotos del Papá-bocó
Abuelos que tienen en rumba enredados
tus supersticiosos pies huracanados.

Trópico furioso y alegre a la vez,
desde que tu rabia se bajó a los pies.

Ya te vas quedando vestida de viento.
Allí son tus pechos dos buches de ron.
Algo de la tierra me sube violento,
oigo que tus curvas cantan más que el son.

Y tu taco toca, y tu taco, a ratos,
echa al aire el Congo que hay en tus zapatos.

4

Hoy no sueño, no sueño, aquí está el sueño
metido en clima y derretido en ritos…

Aquí:

Pide collares la negra,
pide collares de hueso
al hombre oscuro que tiene
en su filo un cementerio.

Pide collares curiosos
la curiosa que en el viento
de pie a cabeza desnuda
deja desnudo al deseo.

Sombra que sigue a otra sombra,
inquieta su cuerpo inquieto:
negra columna de humo
que no se aparta del suelo.

Sabe a su isla de cocos;
mas, por ver si tiene miedo,
collares de cocodrilos
ponen duro el río entero.

Ya síntesis de la selva:
goza el peligro su cuerpo
que tiene el monte por cama,
que tiene el cielo por techo.

Y el caníbal que da oscuro
como su piel su veneno,
satisface la columna
de aquel humo tan espeso.

Mas, borracha de caprichos,
es una tumba su cuello
que tiene para su adorno
cadáveres de amuletos.

Y pide otra vez collares,
pide collares su cuerpo,
al caníbal que ha nevado
el camino con los huesos.

Y mientras brilla y espera
perlas macabras su cuerpo,
perlas que pesca el cuchillo
y lustran lenguas de negros,

corta la sangre cuajada
de una rosa, que en su pecho,
revienta como una herida
que le perfuma su cuerpo.

Hoy no sueño, no sueño, aquí esta el sueño:
aquí está Haití metido en una hembra:
en una llama negra.

5

Colasa: manteca inquieta
quemada a ron con vudú,
no se te va el retacito
de espiritismo que a gritos
esta entre tu ropa y tú.

Borracho de muchas cosas,
óyelo, Colasa, bien;
con cabellos de guitarra
te voy a enredar los pies.

Suma de abuelo tu carne
anochece amaneciendo;
tu cuerpo a palos moliendo
lo limpian de brujerías,
y tú roncas, como no,
tu cuerpo mismo el bongo.

Y ahora,
que venga el juez,
que venga y vea
que yo te amarre los pies.

Que venga la policía,
que otra vez
caliente mi mano agarra
los pelos de mi guitarra
para amarrarle también
al uniforme, la ley.

Pero de tu carne prieta,
quiero ahora, de una vez,
sacar una cosa blanca…
No ves que si está en tus pies
vas a machacar el alma.
¡El alma, Colasa, el alma!

La ves…


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Poema TrÓpico suelto - Manuel del Cabral