Tambores de guerra

I
¡Ay de mí, que soy hombre de paz en medio de la guerra;
Ay de mí que odio los uniformes y las balas,
Que no creo en tenientes capitanes
Ni menos en mayores coroneles generales
Esos pontífices de la muerte
Pastores de escuadrones, oficiales o no, lo mismo da.
II
Ay de ti, burgués; ay de tu, proletario,
Si el río de la historia va a pasar
Sobre tus huesos, tu sangre, tu piel, tus ojos
Para que sean otros los que lleguen
Después de tanto
Al jardín prometido;
Al reino del amor y la armonía
Donde los hombres serán pájaros
U los pájaros joyas
Del Dios de la pintura y de la música.
Pero no: consoláos, burgueses, proletarios,
Explotadores y explotados, consoláos,
Porque con los buenos oficios de vuestros huesos,
De vuestro plasta, de vuestro polvo,
Será construida la cuidad nueva, la ciudad de Dios
De que hablaron hace milenios los revolucionarios.
Porque si así no os entendéis, concientemente,
A vosotros mismos, como los basamentos de una nueva
Arquitectura social, más allá de la lucha de clases,
Más allá del odio y de la pólvora,
Entonces, si así no os entendéis, habría que decir
Como lamentaciones de profeta:
Ay de tu, burgués; ay de tu, proletario;
Ay de todos, ay de tantos, ay de nosotros.
III
Resuenan tambores de guerra:
Ayer, lo dice el diario,
El coronel Francisco Helena Fuertes,
Ese cacique al revés
Jefe de la Primera Brigada de Infantería
Mejor conocida como Cuartel San Carlos,
Encabezó el desfile de (diz que) 400 reservistas
Que “voluntariamente”fueron a enlistarse
Para defender la propiedad privada
En las zonas rurales.
Helena Fuentes, indio traidor,
Quiere más y más guerra.
Los oficiales, los jefes del estado, los millonarios,
Quieren más y más guerra.
Los blancos quieren guerra; los indios quieren paz.
¡Negociación o muerte!: ya hablaremos…
IV
(INTERMEZZO SINFÓNICO)
Viene a mí Holst, autor de la suite Los planetas y me ofrece el capítulo “Marte,
Portador de la guerra”, gracias a la orquesta filarmónica de Berlín,
Bajo la amorosa tutela de Herbert Von Barajan, recientemente ido al infinito.
EL rojo dios de la guerra, Marte o Huitzilopochtli, la energía de la destrucción y de la muerte,
Suena entre trompetas y tambores que estallan pentagramas cono alambres de TNT
Sobre la negra Jericó de la Colonia Escalón de San Salvador, de donde la burguesía salió corriendo.
Las trombas y flicornos arrecian en un allegro macabro sus andanadas de odio
Sobre los combatientes de uno y otro bando, mientras Herbert vuela metafísicamente,
Añorando la paz, entre violines y combos melitúos, con su batuta y sus dedos de pequeño dios.
Pero los vientos de la guerra total son como duendes negros e implacables que nos asedian
A pesar de la música y los ángeles.
Oigo así, pues, estremecido, a Marte, portador de helicópteros y tanquetas,
Con su fuerza de fiera cósmica, sus huracanes de fuego, sus bombas de 500 libras o más,
Cayendo inmisericorde sobre los valles y colinas de San Salvador…
V
Aquí en El Salvador ha llegado la hora de la hora.
Aquí, si no nos entendemos:
Ay de la clase alta
Ay de la clase baja
Ay del periodista-mensajero
Ay del fotógrafo-preguntón
Ay del profesor-obrero
Ay del vendedor-fabricón
Ay de la sirvienta-camillera
Ay de la enfermera – matrona
Ay de la esposa-contadora
Ay del marido-patrón
Ay de tantos, ay de todos, ay de nosotros.
VI
Porque de nada servirá después del trueno decir: ¡Jesús-María!
Mejor es ahora deponer la saña
Invocar a los dioses de la vida
Poner los hijos como escudos contra el dios de la guerra,
Marte o Huitzilopochtli,
Ver la luz que está al final del túnel
Sembrar y cosechar de una vez
Las manzanas del paraíso o tierra prometida
Más allá del desierto de la muerte
Haciendo vino el verbo de la paz
Hablando antes del trueno de la ira, ¡Jesús-María!
Para que cese la tormenta del odio,
Para que caiga la torre de babel
De rodillas sobre sus lenguas muertas
Y el himno de la cuidad de Dios vaya sonando…
¡Negociación o muerte!: ya hablaremos.


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Poema Tambores de guerra - Luis Melgar Brizuela