Silvano a silvia

A Silvia la crüel salud envía
Silvano el triste, de quién él la espera,
que habella de otra parte desconfía.

Yo quisiera hacerte, si pudiera,
esta mi carta alegre o menos triste,
mas salióme por fuerza verdadera.

En ella te verás cual siempre fuiste,
soberbia vencedora de un vencido
que no se defendió ni se resiste.

Y a mí me verás tal, y tan perdido,
como tú mesma desear podrías,
que es cuanto puede ser encarecido.

Verás aquellos tan sabrosos días,
que con tu voluntad gocé de verte,
vueltos en ansias y en congojas mías.

Temo contar mi dolorosa suerte
que sé que a cada paso deste cuento
he de topar mil veces con mi muerte.

Y aunque palabra para sentimiento
de tan creidos males no hay ninguna,
lo que puedo diré de lo que siento.

Bien sé que el triste canto te importuna,
porque ya con mi suerte le ha mudado
de alegre en doloroso mi fortuna.

El doloroso verso enamorado,
que un tiempo tus oídos deleitaba,
en triste y enojoso se ha trocado.

Entonces que mi vista te gozaba,
con que tú me mirases, o mirarte,
toda amorosa queja se templaba.

Pero ya con el vano imaginarte,
¿de qué sustentaré mi triste vida,
buscándote mis ojos sin hallarte?

Nunca sentí tal pena que, medida
con la gloria de verte, no la viese
menor mil veces, aunque muy crecida.

Ni tormento sufrí que Amor me diese
que, pensando en el bien de tu presencia,
aunque fuese mortal, yo le temiese.

Mas ¡oh dura, cruel, grave sentencia
de Amor y mi fortuna, que han querido
que sufra un cuerpo de su alma ausencia!

¡Cuánto más sano y cuán mejor partido
me fuera el acabar, que tú lo vieras!
Mas porque fuera lo mejor, no ha sido.

Entonces a lo menos me creyeras
ni hubieras visto lo que me decías:
que nunca fue mi mal pena de veras,

y que eran de obstinado mis porfías,
y que por mi placer te importunaba,
buscando de enojarte nuevas vías.

Si penaba de veras o burlaba,
puédeslo ver en lo que paso ahora,
que el fin por el principio se mostraba.

Si padecer un mal que no mejora,
ni espera mejorar de ningún arte,
ni siente de descanso sola un hora;

si en ausencia quererte y contemplarte,
si tener en el alma tu figura,
y sólo al corazón dar della parte;

si en tan grave pasión y desventura
sumarse mi remedio y mi consuelo
en ver o imaginar tu hermosura

y, para mayor daño y desconsuelo,
tener Amor en mí la entrada cierta
al dolor miserable del recelo;

si haber cerrado a todo bien la puerta,
y abrirla a todo mal de la manera
que Amor por acabarme lo concierta,

no son de mi congoja lastimera
para poderla ver ciertas señales,
¿cuáles serán de pena verdadera?

Pero las mías, aunque son mortales,
bien sé que no podrán satisfacerte,
porque a tu voluntad no son iguales.

Así jamás espero de tenerte,
por males que padezca, satisfecha,
aunque morir me vieses por quererte.

Mas esta vía he de seguir derecha
por no faltarme a mí de lo que debo,
que contigo bien sé que no aprovecha.

Por presupuesto ya en mis males llevo
que ni en mí el padecer es cosa nueva,
ni en ti no conocerlo es caso nuevo.

No tengo para qué hacer más prueba,
que ya tu voluntad está probada,
pues que por ella tanto mal se aprueba.

De mi vida presente y la pasada
quedará para ti sabrosa historia
del alma por mi mano trasladada.

De mis penas tendrás dulce memoria,
y en la diversidad de cada una
diversamente te verás en gloria.

Holgarás con Amor y con Fortuna,
que con tu voluntad se han concertado,
y en todos tres la voluntad es una.

Verás los dos para lo que han bastado;
verás también a lo que tú bastaste,
que pudiste acabar lo comenzado;

verás cumplido cuanto procuraste,
y más se cumplirá si más procuras,
que en mí no tiene tu querer contraste.

Disparates los llamas y locuras,
mas, ¡oh, cuán diferente es el juicio
del que se halla envuelto en desventuras!

Tú en lastimarme seguirás tu oficio,
yo en padecer seguiré siempre el mío,
que efetos son los dos de tu servicio.

Y si mis quejas a escribir porfío,
no es ya porque yo espere de ablandarte,
que esperallo sería un desvarío,

ni porque piense que la menor parte
del mal que hasta ahora he padecido
pueda mi bajo estilo declararte:

que en uno será siempre lo que ha sido,
y en otro yo sé bien si faltaría
el más delgado estilo y más subido.

Mas movióme a escribirte el ansia mía,
ver que descanso en cosa no hallaba,
y probéle a buscar por esta vía.

Hame salido lo que yo esperaba,
que en tales esperanzas no me engaño,
aunque del mal forzado lo probaba;

mas aunque su dolor grave y extraño
sojuzga ya del todo el sufrimiento,
pido que crezca en mí, si puede, el daño,
pues con él crece tu contentamiento.


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Poema Silvano a silvia - Hernando de Acuña