Mi silencio te llama con voz ronca,
Seguramente te ha llamado igual
Mil veces, con las mismas fuerzas,
Las mismas palabras.
Sonidos que emanan profundos
Del fondo del alma.
Como cantos de ballena,
Se transmiten a través de los mares,
Y los aires,
La roca primigenia,
La carne…
Silencios y palabras tan delgados,
Tan sutiles, tan atávicos,
Que es imposible substraerse
A su llamada.
Hay silencios constelados de palabras,
De deseos, de desvelos, de sueños…
Silencios, que no se atreven a salir de nuestras bocas
Por temor a que se oigan más allá de nuestros labios
Y no sepamos usar de sus cálidas dicciones
Bajan desde el hipotálamo a la tráquea,
Ascienden con el aire que exhalamos
Cargados de CO2 hasta los ojos,
Fosforecen multicolores en el iris
Poniendo un brillo hialino en la mirada.
Hay silencios que anidan en los poros de la piel
Intentando salir disimulados
En el aura sudorosa en que se baña.
Entre los pliegues de los dedos se retuercen
Como sierpes, con gestos nerviosos.
Todo este trabajo, de bioquímica alocada
Se convierte en nada, en un momento,
Si un día, con los brazos abiertos
Déjamos que inunde la esperanza.
Hay gestos que en silencio
Hacen inútil la palabra.