Brisa que en medio de la selva canta,
apacible rumor del oleaje,
es el susurro de su blanco traje
al deslizarse su ligera planta.
Luz de la estrella que al caer la tarde
de moribunda palidez se viste,
es el reflejo cariñoso y triste
que en los cristales de sus ojos arde.
Luna del seno de la mar naciente,
que va escalando, en silencioso vuelo,
y con tranquila majestad, el cielo,
es el relieve de su tersa frente.
Plácido arrullo, que ocultar no sabe
de la paloma la ignorada pena,
y en el silencio de los bosques suena,
es la armonía de su voz suave.
Cielo sin nubes que a la tierra envía
la luz y el fuego de su sol fecundo,
cielo sin nubes de un azul profundo,
es el cariño de la amada mía.
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