Para Doña María Hurtado, en ausencia de Don Gabriel Zapata su marido
Mátanme los celos
de aquel andaluz:
hágame, si muriere,
la mortaja azul.
Perdí la esperanza
de ver mi ausente:
Háganme, si muriere,
la mortaja verde.
Madre, sin ser monja,
soy ya descalza,
pues me tiene la ausencia
sin mi Zapata.
La mitad del alma
me lleva la mar;
volved, galeritas,
por la otra mitad.
Muera yo en tu playa,
Nápoles bella,
y serás sepulcro
de otra sirena.
Pídenme que cante,
canto forzada;
¡quién lo fuera vuestro,
galeras de España!
Mientras hago treguas
con mi dolor,
si descansan los ojos,
llore la voz.
Ausente de mi vida,
tú en agua, yo navego
en lágrimas de fuego
después de tu partida.
Esta mi voz perdida
dulce te seguirá, pues dulce vuela;
suspiros no, que abrasarán tu vela.
No de tu media luna
ha sido, Amor, flechada
saeta más alada
que la ausencia importuna.
Defensa hay sola una
contra su penetrante vuelo, y esa
el duro es mármol de una breve huesa.