Se me escurre su cuerpo,
desde el roce a la infinita caída sonriente.
Es un hombre encima terminado en madera o bien
una mujer serena y umbría como una hoja de acanto.
En ella lilita renuncia a sus armas
y un muchacho declama lo que sea preciso sin perder
su hermosura de mástil.
En ellos todo cabe y todo falta.
Son un edicto de movimiento,
un alquilado Edén.