Salve

¡Salve, ô mancebo, flor de la hermosa
llama qu’enciende i cerca el puro cielo!,
cuanto menos que Cintia generosa,
tanto luzes más cándido en el suelo.

Apazible destierra en la sombrosa
noche el horror de su medroso velo,
que aún no vibra su hacha luminosa
Venus mirando al gran señor de Delo.

Luze en su vez, ¡ô Héspero dichoso!,
en su silencio, i con tu luz m’envia
a mi dulce esplendor i mi cuidado.

Y si tal vez sentiste el amoroso
fuego que assí encendió mi pecho helado,
dame no errar por tenebrosa vía.


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Poema Salve - Francisco de Rioja