En la cazuela del mundo
todos somos pepitoria,
mas en la de la comedia
lo son las mujeres solas.
Más sin gusto el cocinero
le tiene las tardes todas:
quien lo ha probado lo dice,
quien no lo sabe, no lo oiga.
Porque si aquí son enteras,
son las cabezas las mozas,
y las viejas las costillas,
nada carne y todo costras;
las flacas son los alones,
mucho hueso en carne poca,
y en su sudor derretidas
son la manteca las gordas.
Los pescuezos desvaídos
son las muy largas y angostas;
la pimienta las taimadas,
y las mollejas las bobas;
las feas que se aderezan
son especias que sazonan,
por sí solas desabridas
y aderezadas, gustosas.
La sangre cuajada son
todas las necias hermosas,
y en ser un manjar del limbo
– ni bien pena, ni bien gloria –
las afeitadas son salsa
adonde cualquiera moja.
Con perejiles las unas
y con mostazas las todas,
en el portero apretador,
para dar fin a la historia,
es el cucharón de palo
porque las revuelve a todas.