Cesa en la octava noche el ronco estruendo
De la sangrienta, militar porfía:
El campo godo destrozado ardía
Con llama, que descubre estrago horrendo.
Rodrigo en tanto, su peligro viendo,
Por ignorada senda se desvía,
Y muerto Orelia, entre la sombra fría,
Herido y débil se acelera huyendo.
En vano el Lete con raudal undoso
El paso estorba al príncipe, a quien ciega
De cadena o suplicio el justo espanto.
Surca las aguas. Cede al poderoso
Ímpetu, espira el infeliz; y entrega
El cuerpo al fondo, a la corriente el manto.