“El mar, el mar, siempre recomenzando”,
y mi vida y la tuya, junto al mar,
también vuelven ahora a su comienzo.
De pequeño, en el mar, pude ver la grandeza del mundo
y, pues vi lo mayor que se ve en esta tierra,
yo me vi tan mayor que creí que mi vida algún día
iba a ser aún mayor que este mar tan inmenso.
De pequeño, en el mar, yo soñaba con tantos lugares,
que creí que en mi reino jamás surgirían fronteras:
las ciudades, las playas, los puertos de este mar poderoso
abrirían sus puertas lejanas a mi gozo perpetuo.
“El mar, el mar, siempre recomenzando”,
y mi vida, en el mar, hace tiempo, también comenzaba.
Pero después mi vida, lejos ya de esa playa,
dejó de oír los rumores de su música suave
hasta quedarse sorda y vagabunda
por un mundo prestado donde había
que pagar con la sangre cada plato de tiempo.
¡Qué pequeños los días desde entonces!
¡Y qué precio tan alto por cada jornada!
¿Cómo iba a ser posible recordar esa música
y ese silencio hondo que respetan las olas
hasta alumbrar su nuevo nacimiento?
¿Cómo iba a ser posible ver hermosa la vida
después de haber pagado su precio cotidiano
y ver que un día mi deuda con la vida
se haría insostenible
y habría de pagarla con mi muerte,
con mi pequeña muerte cotidiana?
Pero hoy llegamos juntos a este mar,
a un mar ya muy lejano de mi tierra de infancia,
y siento que este mar es el mar que refresca la vida,
es el mar donde todos olvidan su sedienta y oscura memoria,
y siento que este mar es mi vida y la tuya y la vida de todos,
que estas olas entonan un tiempo que va más allá de la muerte
y te ruego que vengas conmigo a este mar,
a este mar, a este mar,
siempre recomenzando.