– Remediad, señora mía,
pues podéys.
– Señor, no me lo mandéys.
– El remedio de mi vida
de vos lo espero, señora.
– Pues tened, señor, perdida
esperança, por agora.
-¡O crüel remediadora,
no queréys!
– Señor, no me lo mandéys.
– Mal remedio tenéys luego
si vos de mí lo esperáys.
– Señora, por Dios os ruego
tal cosa no me digáys,
que si mi pena miráys,
sí haréys.
– Señor, no me lo mandéys.
– Siempre me siguen dolores
por seros aficionado.
– Pues ¿por qué tenéys amores
con quien soys tan desdichado?
– Y si soy de amor forçado
¿qué diréys?
– Señor, no me lo mandéys.
– No procuréys de servirme,
que no entiendo remediaros.
– Ni yo, señora, partirme
de buscar en qué agradaros,
que no podéys escusaros,
si quereys.
– Señor, no me lo mandéys.
– Aunque mi mal me condene,
vos soys la que me condena.
– No soy, pues queréys que pene
por librar a vos la pena.
– Pues que mi fe es tanto buena,
no dudéys.
– Señor, no me lo mandéys.
– Si gran fe tenéys comigo
mudad vuestra confiança.
– Señora, con tal castigo
nunca amor hizo mudança,
antes cumplid mi esperança,
pues podéys.
– Señor, no me lo mandéys.
Fin
– Dad, señora, ya algún medio
cómo mi vida no muera.
– Yo, señor, daré remedio
quando razón lo requiera.
– Señora, luego quisiera,
pues podéys.
– Señor, no me lo mandéys.