Quiero ver su amargura necesaria
Donde el hombre y la res y el surco duermen
Y adelgazan los sueños en el germen
De quietud que eterniza la plegaria.
Donde un ángel respira.
Donde arde
Una súplica pálida y secreta
Y siguiendo el carril de la carrera
Un boyero se extingue con la tarde.
Después
No quiero más que paz.
Un nido
De constructiva paz en cada palma.
Y quizás a propósito del alma
El enjambre de besos
Y el olvido.