¿Que al fin, las riquezas
de la Arabia envidias,
Icio, y a los reyes,
no vencidos antes,
de Sabá, preparas
guerra luctuosa,
y al medo terrible
pesadas cadenas?
¿Cuál servirte puede
Bárbara cautiva,
que llore a tus manos
su esposo difunto?
¿Cuál en regio alcázar
llenará tus copas,
unido el cabello
de aromas suaves,
mancebo ministro;
enseñado solo
a tirar saetas
séricas, doblando
el arco paterno?
¿Quién ya dudaría
poder los arroyos
subir a las cumbre,
y el rápido libre
volver a su fuente;
si tú de Panecio
las preciadas obras
y las que produjo
socrática escuela
(No a costa de leve
afán adquiridas)
dar quieres en cambio
de arneses íberos?
¡Tú, que prometiste
Virtudes mayores!
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