Soy dueño de una clave esplendorosa:
Empiezo donde acabo y no termino
Como apéndice, al fin, de lo divino.
Muero en vida y renazco de una fosa.
Ya fui, soy y seré lo que Dios quiera
Hasta mi solución definitiva
Y viviré cual muerto mientras viva
De este lado fatal de la frontera.
Habito en una calle de amargura
Donde mi corazón, lleno de espinos,
Ahonda su raíz en el calvario.
Y prosigo luchando a mi estatura:
Escrutando regiones y caminos
Que hacia la luz me acercan a diario.