Y vamos de nuevo
por la senda inútil del desamparo
por el pedregal de los recuerdos
con los ojos engarzados
en soledades que se agrietan.
Y los barriletes de colores
siguen columpiándose allá arriba, arriba
mientras destrenzo mañanares
con caminos inventados
de ciudades rojas y lechos de musgo.
Pero llego y te cerco.
Te acuso amante.
Te señalo y te delato.
Eres el que se llevó mi lluvia
el que sembró tulipanes en mis macetas
con tierra de camposanto
y marcó estaciones en mis días de exilio.
Pero yo soy la Maga del Destierro
y el fuego de mis dedos
está consumiendo los hilos de esta agonía
y hay un adiós en marcha
queriendo alcanzar el tren último
de esta tarde que se detuvo en el pasado.
Y es que no debiéramos decir “adiós”
sino sencillamente _hasta pronto –
porque los caminos regresan siempre
y la distancia tiene una curvatura suave
que se tiende como un arco
en la mano del Tiempo
y su vertiginoso impulso
hiere audaz
lo que pretendidamente llamamos “olvido”
con la flecha del “recuerdo.”