Los cielos te hicieron donosa, hechicera,
De rostro amoroso, de risa gentil.
Esbelto es tu talle cual palma altanera
Que al soplo se mece del aura sutil.
Son fuego tus ojos que abrasan el alma:
Tu gala y donaire no tienen igual.
Tranquila en tu frente se ostenta la calma:
La risa en tu boca de nieve y coral.
Es dulce tu acento si blando suspira
Vagando en tus labios con tímido ardor,
Cual mágica trova que al son de la lira
Entona a su amada, de noche, el cantor.
Feliz el que goce tu blanda sonrisa:
El que haga tu pecho de amor palpitar,
Y beba tu aliento sutil cual la brisa
Que besa ligera la espuma del mar.
Todos te cantan amores
Porque eres niña y hermosa,
Mas con acervos dolores,
Que diz que tienes rigores
Cual tiene espinas la rosa.
Bien haces, porque la vida
Es esa blanca ilusión
En que vives engreída,
Escuchando adormecida
Tanta amorosa canción.
Así, vivirás dichosa;
Pero si el alma enajenas
A una pasión amorosa,
Gemirás triste y llorosa
Presa en tus mismas cadenas.
Empero, si alguna vez
De esta breve juventud
Lamentas la rapidez,
O del amor la inquietud
Se imprime en tu blanca tez.
Vuelve a mí tus bellos ojos
Que ahora se cubren de enojos
Si amor te quiero cantar,
Y un sí de tus labios rojos
Ponga fin a mi penar.
¡Rosa bella! hermosa flor
Que entre las flores asoma
En los pensiles de amor,
Rica de fragante aroma
Rica de vida y color!
A tus gracias peregrinas
Alma y corazón rendí.
Ámame, flor, siendo así,
Para todos con espinas…
Sin espinas para mí.