De nada valen las palabras hermosas
estas o cualquier otras
de qué vale que tus ojos sean pájaros
que se roben el alba de los faros
esa que es una espada que en las aguas se hunde
como en un corazón
y de qué vale la gaviota, inusitada siempre, que en tu mano
descansa de ese vuelo de una estación a otra estación a otra estación
porque de nada vale que seas la música que musita el pino más anciano
el más sabio de todos, el más bello, ese que observó a Dios
besar una bellota y más tarde dormir y más tarde soñar,
de qué vale la vuelta del viento con su vestido blanco
con su capa lustrosa que te cubre la espalda y no produce frío,
y ese campo amarillo
¿sirve para algo más que contemplarlo hasta volverlo una tristeza?
De nada vale que te deje en la frente todo el sabor del mar
que te deje en el pecho, en medio de los senos, un fuego que no cese
la llama que por años, para siempre incontables, permanezca en el árbol
como fruta dulcísima de inusitada forma.
De nada vale el cielo que en torno a ti elabora su estelar geografía
ni la gota de ámbar que baja hasta tus ojos y divide la noche.
De nada valen las palabras hermosas, cualquier otras o estas,
tu silencio implacable las oscurece a todas.