Muy poco necesito para vivir dichoso,
Nada más la rutina
De un poco de café cada mañana.
La tibia certidumbre de la luz
Encendiendo los labios,
Y el rumor cotidiano de tus pasos.
Mi único pecado tal vez sea
Este continuo afán, no saber resignarme
A dejar de tomar esa taza caliente
De café, junto a ti, cada mañana.