Hay un óvalo breve
en el breve cáliz de un instante
donde nace a la mirada
una muchacha.
Ella atrapa
en las fisuras
la suavidad de los pinceles
y escapa
de sus horas no vividas
entre los pomos de óleos y los cuadros.
Espera
detrás de la magnolia
sumergida
en la presencia interior de un hombre
vuelto
hacia el rincón más umbrío de la casa.
Es un óvalo lejano el de su rostro
y señala
su caída.
El doloroso y breve cáliz
del instante.