Se desata la tormenta
y aprendo
a escucharme de nuevo.
Acostumbro el oído
a la lluvia;
la mirada
a esa rauda caligrafía
que deja el viento en los ventanales.
Afuera
calle abajo
pasa un barco de papel
capitaneado por la muerte.
Sonrío a la desventura
de navegar herido
entre tanta belleza.
Un niño empapado hasta los huesos
me reconoce.
Más allá de la ventana
aún somos el mismo.