Luego aquel silencio, cuando se elevó el canto.
Rainer María Rilke
Luego de aquel silencio, las sombras que nos aman.
El aliento cerrado. Los párpados sin ventanas.
La memoria sacudida por los estertores de los huesos,
Y los cantos como libélulas sobre los pabilos
De una luz menguante y aletargada…
Terrible cuando cabalgamos en la noche con la lengua
Liviana de la morfina y el cuerpo, sin ecos,
Distantes de la vida, pronta, sin resistencia a la muerte.
Luego del silencio, el respiro de tu desnudez duele en mi rostro.
Duele dejar tus senos que sólo conocieron a mis manos
A la deriva conspirativa del viento. Duele toda la redondez
Del presagio, canción tercamente ascendente de las sombras.
Mañana o pasado, el pecado original volverá a la cama
Y el paladar soltará sus alas con una sensación tibia,
Propia de un cuerpo pisando el asfalto…
Para entonces, sólo la lluvia meterá su lengua en la tierra.