La tarde todavía
Dará incienso de oro a tu plegaria,
Y quizás el cenit de un nuevo día
Amenguará tu sombra solitaria.
Mas no es tu fiesta el Ultramar lejano,
Sino la ermita junto al manso río;
No tu sandalia el soñoliento llano
Pisará, en la arena del hastío.
Muy cerca está, romero,
La tierra verde y santa y florecida
De tus sueños; muy cerca, peregrino
Que desdeñas la sombra del sendero
Y el agua del mesòn en tu camino.