¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Se me torna celeste la mano, me contagio de otra poesía
Y las rosas de olor, que pongo como ella las ponía, exaltan su color;
Y los bellos cojínes, que pongo como ella los ponía, florecen sus jardines;
Y si pongo mi mano – como ella la ponía – en el negro piano,
Surge como en un piano muy lejano, mas honda la diaria melodía.
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Me inclino a los cristales del balcón, con un gesto de ella
Y parece que el pobre corazón no está solo.
Miro al jardín de la tarde, como ella,
Y el suspiro y la estrella se funden en romántica armonía.
¡Que goce triste este de hacer todas las cosas como ella las hacía!
Dolorido y con flores, voy, como un héroe de poesía mía.
Por los desiertos corredores que despertaba ella con su blanco paso,
Y mis pies son de raso -¡oh! Ausencia hueca y fría!-
Y mis pisadas dejan resplandores.