La mano

Esta mano que tiendo

Y que te aguarda

Es otro vano prodigio,

Otro milagro inútil

De la serie infinita

Que nos rodea en silencio.

En la mañana que ha dejado

Atrás las dos vigilias,

La del insomnio y la del sueño,

Que también es posible,

La contemplo a veces con ese solo asombro

Que reservamos para lo extraño.

Ha viajado conmigo toda la noche.

Quizá, no lo recuerdo, ha palpado

Cosas que no tienen forma.

A su tacto se han abierto

Puertas y se han opuesto muros

Que tal vez no existen.

Ha temblado de frío o ha sudado

Bajo climas que no cambian. Posiblemente

Ha sido cortada, como en una noche

De 1676, y permanece intacta.

Ha de viajar conmigo por todo el día.

Es mi remedo: hará girar cerraduras,

Tocará lo que ha sido tocado y tocarán los otros.

Todo es un infinito pasamanos.

Aceptará la alevosa Amistad e intentará

Disuadir las amenazas, que no son otra cosa

Que equívocos de amor entre los hombres.

Y no desdeño que las horas de luz

La obliguen a papeles menores:

Encender un cigarrillo o dejar

La humillación de la limosna

Son parte del misterio donde actúa la mano.

Como yo, mi mano es algo que está

En el mundo para aceptarlo todo.

Ahora, que en la tarde,

Cuando contemplo lo que escribe

Estas voces sin el honor de algunas precisiones,

Oscuramente comprendo

Jirones de su metáfora. Como un libro sagrado,

Celosamente guardado por el enigma de su lengua,

Se ha desgajado otra día

Por el paso de la mano.


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Poema La mano - Luis Benítez