La helada

Por la extensión sideral
pasaron cuatro jinetes
luciendo sus vaporosos
mantos de pálido verde.
Pasaron como los soles
volando de este a oeste;
azotados por un viento
frígidamente inclemente.
Desplegaron a su paso
en el cielo divergente
brillos de auroras boreales
que al Polo Norte embellecen.

A las cuatro de la tarde
el color frío de la muerte
descendió de las entrañas
de la bóveda celeste.
En el fondo de los ríos
la creación quedó inerte
al endurecerse el agua
y paralizar los peces.
Sólo la vida encerrada
dentro de cuatro paredes
sobrevivió los flagelos
de la iracunda serpiente.

Llegaron osos polares
a cuidar sus intereses,
hablaron de muchas cosas
con voces frías y ausentes.
Jugaron con naipes nuevos
al igual que los ingleses;
para después retirarse
con la pasmodia de siempre.
La gente los vio pasar,
pasar soñolientamente,
entrecerrando los ojos
y frotándose las sienes.

Hilillos de humo salieron
de los fogones ardientes,
las casas salvaron vidas
entre sus cálidos vientres.
Cuatro navajas de hielo
cayeron donde se yerguen
ojos de plumas azules
que vivirán para siempre.
Nadie supo si la tierra
al girar sobre sus ejes
un vuelco dio, repentino,
trayendo la fría muerte.

La regional creación
se perdió súbitamente
en el abrazo invernal
del insólito accidente.
Hoy la gente ve pasar
con aire convaleciente;
osos polares que lucen
piel mas blanca que la nieve.
Y teme mirar llegar
al cierzo invernal, y teme
sentir de nuevo el embate
de la frígida serpiente.


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Poema La helada - Humberto Garza