Puño cerrado de la tormenta
contra la clara mejilla de luz.
La tarde hoy no tendrá el collar de júbilo de mi risa
ni el horizonte ha de endulzarse con un filo azul.
Ramazón ardida del relámpago
sobre el despeluzado cardal del mar.
En el dibujo de Doré
soy un alma que espera la última barca
y aprieta entre sus manos el sueño puro y silencioso
que tendrá para el barquero el valor de un óbulo de plata.
He de esperarte siempre más allá de la vida
y más allá del aire y de la sed.
La esperanza de verte llegar
mullirá mi tiniebla.
Y en la proa de la barca empavonada de sombra,
como una fulgurante bordadura de seda,
mi terco ensueño ha de cuajar para la noche de tu tránsito
los cinco pétalos menudos de una estrella.
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