1
Lejos, lejos.
Adonde las estancias olvidan guantes de polvo
y las consolas sueñan párpados y nombres ya idos.
Un sombrero se hastía
y unos lazos sin bucles se cansan.
Si las violetas se aburren,
es porque están nostálgicas de moaré y abanicos.
Lejos, más lejos.
A los cielos rasos donde las goteras
abren sus mapas húmedos para que viajen los lechos.
Adonde los muelles se hunden sin esperanza
y rostros invisibles avetan los espejos.
Al país de las telas de araña.
2
Más lejos, mucho más lejos.
A la luna disecada entre la hoja de un álamo y la pasión de un libro.
Sé que hay yelos nocturnos que ocultan candelabros
y que la muerte tiembla en el sueño movible de las bujías.
Un maniquí de luto agoniza sobre un nardo.
Una voz desde el olvido mueve el agua dormida de los pianos.
Siempre, siempre más lejos.
Adonde las maderas guardan ecos y sombras de pasos,
adonde las polillas desvelan el silencio de las corbatas,
adonde todo un siglo es un arpa en abandono.