Alternando a capricho el candor de sus prosas,
Ruth sugiere a la cítara tan augustos momentos!
Y Fanor en su oboe de aterciopelamientos
Plañe bajo el ocaso de oro y de mariposas…
Ante el genio enigmático de la hora, sedientos
De imposible y quimera, en el aire de rosas,
Ponen largo silencio sobre los instrumentos,
Para soñar la eterna música de las cosas.
Largas horas, en trance de eucarísticos miedos,
Amortiguan los ojos y se enlazan los dedos…
“¡Dulce amigo!” ella gime. Y Fanor: “¡Oh mi amada!”
Y la noche inminente lame sus mansedumbres…
De pronto, como bajo la varilla de un hado,
Fuegos, por todas partes, brotan sobre las cumbres.
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