La sombra de una nube sobre el césped recula…
Aclara entre montañas rosas la carretera
Por donde un coche antiguo, de tintinante mula,
Llena de ritornelos la tarde placentera.
Hundidos en la hierba gorda de la ribera,
Los vacunos solemnes satisfacen su gula;
Y en lácteas vibraciones de ópalo, gesticula
Allá, bajo una encina, la mancha de una hoguera.
Edipo y Diana, jóvenes libres de la campiña,
Hacen testigo al fuego de sus amores sabios;
Con gestos y pellizcos recélanse de agravios;
Mientras él finge un largo mordisco, ella le guiña:
Y así las horas pasan en su inocente riña,
Como una suave pluma por unos bellos labios.
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