Como abandonados huérfanos, habitantes
del olvido, mis viejos zapatos
repasan todavía su historia
desde el recinto de las añoranzas y lo inservible.
¿Cuántas aún lágrimas tendrán por decir?
Oh tan míos mis sufridos zapatos
ejemplos de mi sinamor.
Muchas veces huir quise de sus tribulaciones:
contemplé los caminos que no anduvieron y ahondé
a la selva en la que me perdí.
Qué importa si con sus agravios
ahora me persigno:
aun así no restaño el cuantísimo tiempo
que por mi cobardía engañé el rumbo,
la dirección de su ortopedia
para juntos no andar
hacia el horizonte de nuestro destino.
En el país de los zapatos
los míos optaron por el exilio,
y aunque sobre todo mártires
de mi vergüenza,
ellos el espejo y mi referencia son.
Porque metáfora posible no hay
para llorar tanta amargura
yo sólo pienso, ay
amargos los zapatos míos
como triste fue mi corazón.