Himno del judío en la adversidad

Cuando Israel salía
del cautiverio que sufrió humillado,
el Señor dirigía
al pueblo bienamado,
de llama, y humo, y esplendor bañado.

Y de día se alzaba
como gigante el día nebuloso;
y de noche doraba
su fulgor glorioso
el desierto callado y arenoso.

Y el pontífice santo,
y el guerrero, y la virgen, y el levita,
con armonioso canto,
loaban la infinita
bondad del Padre que en el Cielo habita.

No admira el gran portento,
cual en era pasada el enemigo;
que libre de tormento,
camina sin testigo
el pueblo de quien fuera Dios amigo.

Mas ora, aquí presente,
Dios de eterna bondad, aunque invisible,
tu blando influjo siente
el ánima apacible,
solaz vertiendo y júbilo indecible.

Y aunque silva tremendo
presagio de huracán, y velo oscuro
va los aires cubriendo,
cual en sólido muro,
el inocente en ti vive seguro.

De Babel en los ríos
nuestras arpas dejamos, y suspenso
tu loor. Los impíos
triunfan ya, que el incienso
no humea en tus altares, Dios inmenso.

Empero tú desprecias
carne de oveja y sangre de cabrito,
y el homenaje precias
del ánimo contrito;
y mucho más la caridad que el rito.


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Poema Himno del judío en la adversidad - José Joaquín de Mora