Gusto: belleza conciente

Me dicen estos y aquellos, movidas sombras de otros yoes en mí mismo: “¿A qué ese afán, esa insistencia, ese dinámico éstasis en tu obra?”

“Desde los cuarenta años – tienes ya, en este mil novecientos veinticinco, cuarenta y tres y pico-, la vida jira deprisa por su órbita y, en su jiro vertiginoso, el maravilloso prisma coje, aquí y allá, inesperadamente, en alguna faceta, la luz negra de la anchurosa nada. El verdor, la desnudez, el agua inconciente, te esperan, no una hora, todo el día, toda la noche; y de ellos es de donde debieras ir cayendo, blandamente, como de una suave ladera, al pozo oscuro de lo feo definitivo.”

“Todo ese papel, tan hermosamente escrito, impreso, se ha de manchar, borrar, deshacer, ir en el viento. ¿Qué te importa estar en la frente de los otros, en el pecho de las otras, otras y otros que harán de ti, sin ti, lo que quieran? ¡Valiente billetito falso este de la gloria! No te importe más que el platillo invisible de la balanza en cuyo platillo evidente hayas cojido la vida total, sea el platillo de la vida inmarcesible.

Me respondo, con la deliciosa canción del persa Abú Said :

“Le pregunté a mi amada: ¿Para qué te embelleces tanto? Para gustarme a mí misma – me contestó-. Porque hay instantes en que soy, a la vez, el espejo, la mirada y la belleza; instantes en que me siento, a la vez, el amor, el amante y la amada.”


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Poema Gusto: belleza conciente - Juan Ramón Jiménez