Gritando va el cavallero,
publicando su gran mal,
vestidas ropas de luto
aforradas en sayal,
por los montes sin camino,
con dolor y sospirar,
llorando a pie descalço,
jurando de no tornar
adonde viesse mugeres,
por nunca se consolar
con otro nuevo cuydado
que le hiziesse olvidar
la memoria de su amiga
que murió sin la gozar;
va buscar las tierras solas
para en ellas abitar.
En una montaña espessa,
no cercana de lugar,
hizo casa de tristura,
ques dolor de la nombrar,
de una madera amarilla
que llaman desesperar.
Paredes de canto negro
y también negra la cal,
las tejas puso leonadas
sobre tablas de pesar.
El suelo hizo de plomo
porques pardillo el metal,
las puertas chapadas dello
por su trabajo mostrar.
Y sembró por cima el suelo
secas hojas de parral,
ca do no s’esperan bienes
esperança no ha destar.
En aquesta casa escura
que hizo para penar
haze más estrecha vida
que los frayles del paular
que duermen sobre sarmientos
y aquéllos son su manjar.
Lo que llora es lo que beve
y aquello torna a llorar
no más de una vez al día
por más se dibilitar.
Del color de la madera
mandó una pared pintar,
un doser de blanca seda
en ella mandó parar.
Y de muy blanco alabastro
hizo labrar un altar
con cánfora vitumado,
de raso blanco el frontal.
Puso el bulto de su amiga
en él para le adorar:
el cuerpo de plata fina,
el rostro era de cristal,
un brial vestido blanco
de damasco singular,
mongil de blanco brocado
forrado en blanco cendal,
sembrado de lunas llenas,
señal de casta final.
En la cabeça le puso
una corona real,
guarnecida de castañas
cogidas del castañar.
Lo que dize la castaña
es cosa muy de notar:
las cinco letras primeras
el nombre de la sin par;
murió de veynte y dos años
por más lástima dexar.
La su gentil hermosura,
¡quién que la sepa loar!,
ques mayor que la tristura
del que la mandó pintar.
En lo quél passa su vida
es en la siempre mirar;
cerró la puerta al plazer,
abrió la puerta al pesar,
abrió la para quedarse
pero no para tornar.