De las niñas que fueron sus mamás
quedan nombres en lápidas, apenas.
Les han sobrevivido sus muñecas,
éstas que con miradas de cristal
y permanente asombro
hoy nos ven contemplarlas, desfilar
ante sus pequeñeces
y en nuestros rostros buscan
algún rasgo de aquéllas que las querían suyas,
tal vez nuestras abuelas.
(De Artes y oficios, 2002)