Te reconozco aquí, mar de mi infancia,
hecho a mi propia imagen inocente,
mar alumno, luciendo el uniforme,
azul oscuro con galones de oro,
de aquel Colegio de San Luis Ganzaga,
en donde tantas veces
entraste como arena, metido en mis zapatos.
Te reconozco aquí, mar de mis años
juveniles, ya lejos
de ti, por las llanuras castellanas,
cuando – mar del recuerdo,
marinero ya en tierra-
te metiste una noche en mi garganta,
rompiéndote a la aurora
en un mar de Canciones,
que las ibas llenando de sirenas,
de huertos submarinos,
de cristale sy peces,
de ese azul alborozo que tenías
cuando ni tú ni yo conocíamos la sangre.
Te reconozco aquí, mar de los días
heroicos, de las noches
sin sueño, alerta siempre,
ciego de fe, seguro,
levantados los hombros de alegría.
Eres el mar vestido de soldado,
el mar del pueblo que no muere nunca.
Te reconozco aquí, mar del destierro,
mar sobre el mar venido hasta otras playas,
mar clavdo en el lomo, mar bramando
por escupir la espada que lo hiere.
No eres el mar de la melancolía,
aunque de pronto puedas llorar piedras.
Eres, aunque asediado por la justa nostalgia,
quien da portazos contra el viento, el mar
que sobre el mar jadea, separando,
a brazo y pecho, las oscuras olas
que le impiden la luz a tu retorno.
Te reconozco aquí, mar siempre mío,
mar de infinitas caras,
ansioso mar de las trasformaciones,
mar de mi corazón, mar de mi sangre.
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