Hay una hermosa edad llena de flores,
En que late sin pena el corazón:
Mágica edad de ensueños y de amores
En abismos perdida de ilusión.
Hay otra edad en que la tez plegada,
Cansado el corazón de padecer,
Solo se agita el alma lastimada
Con los recuerdos pálidos de ayer.
¡Así pasó por mi gastada vida
Aquella edad de venturoso afán!…
Vida de calma por mi mal perdida,
¿dónde tus glorias y tu amor están?
No soy ya el niño que feliz se agita
Con vértigos de tímida pasión;
Mi frente se arrugó y está marchita,
Y marchito también mi corazón.
Ya no es la flor garrida, que se mece
Fresca y lozana en plácido pensil:
Es el vástago seco que perece
Pasadas ya las auras del abril.
¿Qué os habéis hecho cándidas ficciones
De aquella hermosa y peregrina edad?
Más valen vuestras blancas ilusiones
Que esta helada y funesta realidad.
¡Bellezas ideales, mal veladas
En tenue gasa y transparente tul,
Blancas cual las espumas agitadas
Sobre las olas de la mar azul!
Castas visiones de divina esencia
Que alimentabais mi infantil error
Volved con vuestra cándida inocencia
Con vuestros sueños de tranquilo amor.
Volved, ¡ay! como entonces seductoras
A calmar de mi pecho la inquietud,
Y no os llevéis las apacibles horas
De tanta pura y celestial virtud.
Aquello no era amor y no era calma,
Dulce esperanza mi fatal temor:
Era un vago deseo que en mi alma
Flotaba como trémulo vapor.
Mas luego ¡ay triste! condensado y frío
De su atmósfera pura descendió,
Y trocado en maléfico rocío
En el lodo del mundo se impregnó.
Era un sueño no más: se hinchó mi pecho
Respirando una atmósfera letal,
Y en humo al despertar hallé desecho
Mi transparente alcázar de cristal.