Sentados bajo los árboles dejamos correr el vino.
En las copas se mecen los cuervos
y en el estanque las ranas ensayan su partitura.
El eucalipto más viejo lleva una melodía
moviendo apenas la fronda: el silencio
es sin duda el arte más difícil.
Mientras la luz permanece y los años son ligeros
el mundo sólo muestra las hojas más brillantes.
Así, todos creemos que el tiempo no transcurre
por ser la hierba tan fresca.
Pero la noche llega
y luego se vuelve lluvia
bajo el peso de sus frutos.
Dolidos
emprendemos el regreso
y las ranas que cantan
los aires del verano
nos recuerdan tristemente
que no existe un lugar para volver.
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