En las heladas cumbres
Del propio vencimiento,
Del dominio absoluto
De sí mismo, radía
Un sol perenne, sol
Que lo ilumina todo
Sin calentarlo, sol
Que te torna visibles
Y palpables las cosas
Más obscuras y arcanas.
¡Duro ascender!
Cual Sísifo,
Cuando llevas la roca
De tu anhelo más alto,
Miras que se despeña,
Y hay que empezar de nuevo. . .
¡Oh! las blancas sirenas
De este mar de la vida,
¡cómo cantan!
Unánimes
Te buscan… ¡Qué promesas
Hay en sus verdes ojos!
A veces, tú no puedes
Ya más, y de la altura
Te arrojas a sus brazos.
Pero la voz aquella
Implacable, que dice:
“¡arriba, y el azote
Que tortura tus lomos,
Te fuerzan… ¡Es preciso
Recomenzar! La ruta
Serpentea a lo largo
De la montaña.
Sube,
Pues, ¡desdeña el momento
Ilusorio y fugaz!
¡Salva el zarzal hirsuto!
Más allá de la nube
Que opaca el firmamento,
Te aguarda lo ABSOLUTO
Con su divina paz.