Mi hija crece con el vértigo
En los huesos.
Irreversible e indiferente.
Pero yo no crezco:
Cumplo.
Mi hija empieza a ser una niña
Con toda la entidad e identidad
De sí misma.
Y, mientras ella lo aprende
Todo,
Yo no comprendo
Nada.
Y le envidio la alegría
A mi hija.
Le envidio su limbo
Y la risa sin sospecha.
Le envidio los márgenes
Pequeños
De su pequeña existencia.
Le envidio los rizos,
Las preguntas
Y su pequeño miedo.
Le envidio la facilidad
Y la felicidad
De su cielo sencillo
Y exento.
Pero sé que le atacarán
Las preguntas sin respuestas.
Y el miedo pequeño se le hará
Terror.
Y sé que el mundo
Se cobrará
Su inocencia.
Y ella estará de acuerdo.
Sin pedirme permiso
Ni consultarme.
Sin que me dé tiempo
De encontrarle las palabras
Adecuadas
Para justificar su nacimiento
O el ingreso en la vida.
Y sé que mi hija
Es más feliz
Que su madre,
Que sabe y espera
Que la niegue más
De tres veces.
Como ella, su madre,
Hizo con la suya.
Como hará
El año que viene
En esta misma
Arena.