Al Tiempo dijo Amistad:
Hazme un lugarcito, hermano.
Alargándole la mano,
El Tiempo responde: entrad.
Al Dios ciego dije, no;
Porque fijarlo no sé.
A vos digo, sí; porque
Duráis tanto como yo.
Convite para ir al campo
Lisi ¿por qué no bajas a la aldea?
¿Qué hechizo tiene el tráfago anheloso
De la ciudad potente
Para el alma inocente?
¿Por qué condenas al pesado yugo,
Y a la escena de míseras pasiones,
Y de acechanzas viles
Tus años juveniles?
¿Por qué sumir en ese abismo oscuro
De rumoroso aturdimiento al alma,
Para gozar nacida,
Y en hierros oprimida?
¿Puede aspirar, en la pesada niebla
Que a la opulencia y al poder circunda
Los perfumes del aura
Que sus fuerzas restaura?
¿Ni de Natura el cándido lenguaje
Oír entre la turba vagarosa
Que al audaz que la guía
Ciega y dócil se fía?
¿Ni conservar el natural instinto
Que a la virtud y a la bondad la lleva,
Do verdad se estremece,
Y tímida enmudece?
Ven, Lisi, al campo, ven; del almo cielo
La inmensidad verás, no interrumpida
Por altos torreones
De lóbregas prisiones.
Y el blando césped hollarás, cubierto
De rocío oloroso, no teñido
Con sangre del humano,
Que vertiera su hermano.
Ecos oirás confusos de balidos
Y lejanos cencerros, y de arroyos;
Y el viento que murmura
Por la verde espesura.
Gratos muy más que el atambor guerrero,
Y que el himno sacrílego que entona
Al Dios del universo,
Hipócrita perverso.
Mansión de holgura y perenal deleite
Los campos son. En ellos sin estorbo,
La libertad divina,
Triunfa, goza y domina.