Cuán claro este animal enorme, que cerca de mis pies se lame el cráneo. Y cuán grande y fatigada está su sombra, con tantas franjas suaves escondidas. Con tantas fiestas y vitrinas copadas por la luna. Ya pronto, hacia un estanque en silencio, hacia el estrecho de una espuma que aderece, elevaré mi canto. Y dentro, como en un jardín de sueños, numerosas estatuas brindarán mi polvo. Brindarán por la ceguera de cada edad clavada entre la sal y el cielo. Y este animal enorme, que hoy cerca de mis pies se lame el cráneo, sin darse cuenta, cabalgará en mis versos.
y cabalgará, aunque no quiera…
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Y yo la llamo mar,
Porque reposa inquieta como una amante en los remordimientos del sol. En las preguntas de esta carne, que no logró jamás guardar secretos. Y yo la llamo mar, porque su voz proviene del exilio; y su materia de una noche intacta donde duerme un búho. De una noche profunda, donde dios amplía su red como una trenza espesa de destellos. Y yo le digo ella, porque la pienso ciega, blanca y vanidosa entre nosotras.
porque yo también fui hermosa, cuando ciega.
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¿y si mudamos? – preguntas-
y si mudamos, que nunca nos posea ningún hombre.
(así es como prospera la presencia en la flexión del tiempo)