La mesnada que aúlle o la sierpe se enrosque,
Vela impávido, y sólo que un mal sueño lo exija,
Suspicaz corno un gato, duérmese el guardabosque
Con su brazo de almohada y el buen sol por cobija…
Él se mira en su selva como un padre en su hija.
Y aunque cruja la nieve y aunque el cielo se enfosque
La primera instantánea del oriente lo fija
Como a un genio hierático, Sacerdote del bosque.
Los domingos visita la cocina del noble,
Y al entrar, en la puerta deja el palo de roble.
De jamón y pan duro y de lástimas toscas,
Cuelga al hombro un surtido y echa a andar taciturno;
Del cual comen, durante la semana, por turno
Él, los gatos y el perro, la consorte y las moscas…