El cantar de mis cantares

Cuando los vientos murmuradores
Llevan los ecos de mi laúd
Con los acentos de mis amores
Resuena un nombre, que de rumores
Pasa llenando la esfera azul.

Que en ese nombre que tanto adoro
Y al labio acude con dulce afán,
De aves y brisas amante coro,
Rumor de espumas, eco sonoro
De ondas y palmas y bosques hay.

Y para el alma que en ese ambiente
Vive y respira sin inquietud,
Y las delicias del cielo siente,
Guarda ese nombre puro y ferviente
Todo un poema de amor y luz.

Quisqueya ¡oh, Patria! ¿Quién, si en tu suelo
Le dio la suerte nacer feliz,
Quién, si te adora con fiel desvelo,
Cuando te nombra no oye en su anhelo
Músicas gratas reproducir?

Bella y hermosa cual la esperanza,
Lozana y joven, así eres tú;
A copiar nunca la mente alcanza
Tus perfecciones, tu semejanza,
De sus delirios en la inquietud.

Tus bellos campos que el sol inunda,
Tus altas cumbres de enhiesta sien,
De tus torrentes la voz profunda,
La palpitante savia fecunda
Con que la vida bulle en tu ser,

Todo seduce, todo arrebata,
Todo, en conjunto fascinador,
En armoniosa corriente grata,
Hace en tu suelo la dicha innata
Y abre horizontes a la ilusión.

Y ¡ay, si oprimirte con mano ruda
Quiere en su saña la iniquidad!
Tu espada pronto brilla desnuda,
Te alzas potente, y en la lid cruda
Segando lauros triunfante vas.

Naturaleza te dio al crearte
Belleza, genio, fuerza y valor;
Y es mi delirio con fe cantarte
Y entre lo grande siempre buscarte
Con el empeño del corazón.

Por eso el alma te buscó un día
Con ansia ardiente, con vivo afán,
Entre las luchas y la porfía
Y entre los triunfos de gallardía
Con que el progreso gigante va.

Mas ¡ay! en vano pregunté ansiosa
Si entre el tumulto cruzabas tú:
Llevó la brisa mi voz quejosa;
Silencio mudo, sombra enojosa
Miré en tu puesto solo y sin luz.

Tú, la preciada, la libre Antilla,
La más hermosa perla del mar,
La que de gloria radiante brilla
¿huyes la senda que ufana trilla
Con planta firme la humanidad?

A tu corona rica y luciente
Falta la joya de más valor;
Búscala presto, que ya presiente
Para ti el alma, con gozo ardiente,
Grandes victorias de bendición.

¡Patria bendita! ¡Numen sagrado!
¡Raudal perenne de amor y luz!
Tu dulce nombre siempre adorado,
Que el pecho lleva con fe grabado,
Vibra en los sones de mi laúd.

Y pues que mueve nombre tan puro
De mis cantares la inspiración,
Y ansiando vivo tu bien seguro,
La sien levanta, mira al futuro,
Y oye mis cantos, oye mi voz!


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Poema El cantar de mis cantares - Salomé Ureña de Henríquez